Un día común y ordinario recibí una llamada de un familiar contemporáneo muy querido para mí, ambos compartimos muchos momentos de nuestra infancia, adolescencia y hasta la mayoría de edad, un previo ¡Hola, tío! antes de su pregunta: ¿Te acuerdas de cuando bebiste sangre de venado? ¿Recuerdas si a partir de ese evento tienes visiones? Conteste con otra pregunta ¿de qué hablas? Preguntó de nuevo ¿si recuerdas ese evento? respondí ¡Claro que lo recuerdo! fue una experiencia compleja, experimenté muchas sensaciones que nunca había vivido. Me comentó que un día anterior había estado platicando con personas sobre los animales de poder, sobre estos seres vivos con quién cohabitamos en la tierra, sobre la influencia que ellos tienen sobre los seres humanos; y recordó que yo le platiqué sobre lo que experimenté en ese entonces cuando compartimos en nuestra infancia, él entendía que probablemente este evento podría haber influido en mí, que haya sido un detonante en mi sensibilidad perceptual. Que pudo haber sido mi encuentro con mi animal de poder, de momento sugerí que el evento no pudo haber influido en mí.
El haber tenido esta charla me motivó a dedicar tiempo para recordar todo el contexto que rodeó dicho evento. En las vacaciones de verano cuando estudiaba la secundaria para entrar a tercer grado, acompañe a mi papá a un viaje que organizó con sus compañeros del club de tiro, el viaje fue de un fin de semana a la sierra del estado de Guerrero, llegamos a un poblado llamado el salado, el motivo fue que entraría la veda, pues estaba por terminar la temporada para la caza del venado.
Salimos de viaje un día miércoles muy temprano, llegamos a la casa de una familia hospitalaria, ese día fue de reclutamiento de personas nativas del lugar, ellos serían los guías y ayudantes (arrieros) en las estrategias de caza, en la mañana siguiente partíamos temprano al salir el sol, en dirección al bosque de la sierra, salimos montando a caballo cargados de los víveres para cuatro días en la sierra, cabalgamos durante cuatro horas teniendo pocos momentos de descanso, llegamos a la sima de las montañas, paramos en un lugar diseñado para acampar, había dos chozas hechas de troncos, ramas y palmas, complementamos el campamento con casa de campaña, el lugar estaba muy caluroso y lleno de insectos de todo tipo, nos instalamos, se prendió una fogata y se preparó de comer, se habló sobre estrategias y de salir al día siguiente a reconocer el lugar.
El viernes por la mañana comencé a vivir una experiencia formidable, salí a explorar el lugar acompañado de dos perros que me seguían, caminé hacia una misma dirección para regresar por el mismo camino y no perderme, el lugar, ¡simplemente fascinante! había una infinidad de árboles inmensos que hacían una sombra muy refrescante, platas y hiervas de muchas tonalidades de color verde, algunas con flores de colores, los olores indescriptibles, me sentía todo un explorador en esa inmensa montaña. Ese mismo día por la tarde todos los cazadores salieron a la primera “arreada” (así le llaman a la estrategia de caza, donde un grupo de personas y perros van haciendo ruidos provocando que las posibles presas tomen un camino específico, donde los cazadores aguardan para cazarlos). Yo decidí quedarme en el campamento, a cuidar las cosas.
Estaba recostado viendo el pasar de las nubes que se podían ver por entre las copas de los árboles, cuando escuche un crujido cadencioso y pausado de ramas secas, miré hacia la dirección de este ruido, quede impactado, estaba enfrente de mí un hermoso venado cola blanca, nos vimos a los ojos, los dos no sabíamos que hacer, el venado solo movía sus orejas y levantaba su patita derecha pero no me quitaba la vista y yo sin moverme, solo pensaba en salir corriendo para avisarles a los cazadores que los venados estaban por el campamento, pero me invadió un sentimiento de compasión, no pude hacerlo pues lo matarían, en un instante cambió la dirección del viento y eso espanto al vendado y poco a poco se alejó del lugar, observe como se internó entre el bosque, entonces tomé conciencia de mi estado emocional me sentía feliz y mi corazón estaba acelerado pero mi respiración era suave y profunda.
Unos minutos después escuché las detonaciones de las armas muy cerca del refugio, pensé que habían encontrado al resto de la manada, posteriormente los cazadores empezaron a llegar al campamento con sus trofeos.
El evento citado en la pregunta de mi sobrino, se generó porque uno de los cazadores llegó con un venado vivo, pero mal herido que con el tiempo terminaría por fallecer. Los cazadores decidieron que podríamos beber la sangre que empezó emanar del cuello del animal pues le habían hecho una herida para que sangrara por ahí, recolectaban en un vaso el vital líquido, un amigo de mi papá dijo, que el niño beba directo del cuello todos me incitaron para hacerlo, me acerqué abrí mi boca y al soltar la herida de inmediato brotó un chisguete de sangre que entró hasta mi garganta, recibir el chorro hemático caliente, con un sabor desagradable y lo peor sentí que al tocar mi boca se cuajaba, el líquido era muy espeso, la sensación parecida a estar tragando un huevo crudo muy salado, lo tenía muy cerca de mí cara a cara, me impactó ver su mirada de susto y sufrimiento, a mi memoria regresó la mirada que había cruzado minutos antes con el venado que visitó el campamento; termine ese día escuchando historias, aventuras y anécdotas de cada uno de los cazadores durante sus incursiones en la cacería.
El siguiente día fue benévolo pues no hubo bajas, creo que el bosque había ofrecido los sacrificios que aportaría a los visitantes belicosos en un solo día. Para mí fue un sábado extraordinario, viví una comunión inexplicable con el bosque, era como encontrar identidad con todo el habitad que me rodeaba, este día si acompañe a mi papá a la caminata y a la estrategia de caza, nos ubicaron en un punto especifico para aguardar una posible llegada de una presa, en el lugar que nos quedamos empezaron a llegar en frente de nosotros diferentes tipos de animalitos como gallinitas silvestres, dos zorros, un armadillo, un colibrí se quería posar en la cabeza de mi papá pues su gorra era de color verde con un diseño de camuflaje, pudimos sentir el aire que provocaba velocidad del aleteo de sus alas, parecía que el colibrí nos daba la bienvenida, desde que nos ubicamos en la posición destinada estuvimos inmóviles y en silencio total, esto me permitió disfrutar el espectáculo auditivo que siguió, escuchaba los susurros de las montañas, el viento que soplaba era melodioso y rítmico pareciera como si danzara entre los árboles, en un momento tome conciencia del trinar de los pajaritos, no supe distinguir los tipos de las pequeñas aves, ellos también tenían un concierto para mí, cantaban por tiempos se podía distinguir su diferentes sonidos y de momento todos se callaban y se podía escuchar el sonido del silencio, fue como poder escuchar el palpitar del bosque, su respiración, de repente al unísono todos los pajaritos retomaba su canto, simplemente espectacular. Tan solo recordar hoy me conmuevo nuevamente, pues valoro esta gran experiencia única que tuve con la tierra, fue como alimento para mi espíritu. Sin duda es el evento más trascendental de mis 14 años. ¡Gracias amada naturaleza! ¡Gracias, querido Héctor!